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Hasta la muerte sabe mejor…

Hace ya 10 años que emigré a Estados Unidos y -como habrán escuchado, hay cosas que en México saben mejor.


Portland, Oregón, E.E.U.U 02 de Noviembre de 2019 (Karla Skokan).-  Sin duda, hay festejos y tradiciones que traemos arraigados en nuestra memoria. Esto nos impide en muchas ocasiones, ver las bondades de otras culturas. Solemos glorificar lo único que conocemos y le damos el valor de verdad absoluta.

Sin embargo, no todos somos conscientes de ello, incluso yo, que ahora pregono el multiculturalismo, tuve mi etapa de “odia-gringos” y “teme-provincias”.

Antes de que me juzguen, déjenme les cuento que yo no tuve nada que ver. Todo lo que traía programado era consecuencia de discursos repetidos una y otra vez.  Era lo que escuchaba en las pláticas cotidianas con un taxista, o un comentario casual en algún destino turístico… pero, algo que siempre resonaba en mi cabeza era que “como México no hay dos” y que Estados Unidos era un país sin cultura.

De la misma manera, recuerdo que antes de irme a vivir a Yucatán, hubo mucha gente que me dijo: “en Mérida no nos quieren (a los chilangos)”, y en más de una ocasión escuché que “lo único bueno que tenían (los yucatecos) era su cochinita pibil y Armando Manzanero”.

Afortunadamente siempre he sido de oídos tercos, y a pesar de toda advertencia me fui a buscar mi destino a Yucatán, donde no sólo conocí gente extraordinaria, sino que también conocí a uno de esos “gringos” satanizados, al que hoy llamo esposo.

En mis primeros años de este lado del charco, constantemente comparaba las costumbres americanas con las nuestras- como en su tiempo lo hice entre las tradiciones yucatecas y las chilangas.

Al pasar el tiempo, cuando te das la oportunidad de viajar, de leer, de aprender sobre otros lugares, te das cuenta que en efecto, México tiene un sinfín de usos y costumbres inigualables –como muchos otros países, si no es que todos, pero he de decirles que la muerte en México ¡es como el American dream de quien aspira al más allá!

Y es que la muerte siempre ha sido un evento digno de superstición desde los inicios de la humanidad…un evento que encierra misticismo, miedo y a la vez respeto. Por ello, desde la Edad Antigua –para ser más exactos, en Egipto, se realizaba el embalsamiento como una forma de preservar el alma y mantener la conexión entre vivos y muertos.

Así que no es de extrañar que incluso hoy día, cada cultura, cada religión, cada país e incluso cada región tenga distintas formas de entender, celebrar y honrar a la muerte… Aún recuerdo que mi primer Día de los Muertos en Mérida, el cual a pesar de contar con elementos similares a los que utilizamos en la Ciudad de México, fue de aprendizaje y sorpresa. Fue mi primer encuentro con el Hanal Pixán y los pibes o mucbipollos -un guiso típico que se incluye en el altar de muertos…

No puedo quejarme de aquellos días en que llegaban a la redacción del periódico en donde trabajaba, decenas de pibes –algunos enviados por las familias de editores, reporteros y anunciantes, entre otros.  Sin embargo, ya desde aquel entonces comenzaba a extrañar el festejo  que yo conocía.

Poco iba a imaginarme que esta importante celebración, al menos para mí, iba pronto a cambiar por completo para adoptar una nueva… Y que, para tener algún tipo de cercanía con mis tradiciones, habría que adaptarme a oler incienso y no copal.

 

No imaginaba que para preservar mi cultura y heredársela a mi hija, tendría que hacer el triple de esfuerzo. Tampoco pensé que algún día aprendería a hacer papel picado. Mucho menos figuraba en mi horizonte que agradecería a una producción norteamericana el haber plasmado a detalle el Día de Muertos en “Coco” y que la Catrina se convertiría en mi estandarte para adoptar la tradición de Halloween con un pedacito de México.

Hace tiempo dejé de comparar tradiciones, mas sigo extrañando las mías. En efecto, extraño la flor de cempasúchil, el copal, el mucbipollo y el pan de muerto que sabe a México… Extraño la cercanía a mi país y mi gente… Sin embargo, he aprendido que no hay mejores culturas o tradiciones, sino mejores maneras de adaptarse a lo desconocido, a lo nuevo y diferente sin dejar de ser uno mismo.

Ahora que han pasado unos años, valoro el poder seguir aprendiendo y más aún, el poder enseñar a las nuevas generaciones algo sobre mi cultura. Pero una cosa si les digo, que el día que me muera y regrese del más allá, no quiero hacerlo en forma de zombie sino encontrarme con un altar.

Facebook Karla Skokan Journalist

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