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  • Martes , 23 abril 2024

Oremus. La otra cara de la Luz (Parte I)

Esta es una historia real, nadie vino a contarme nada…


Por: Sor Agnes  Schwarze Nonne N.S

Mérida, Yucatán a 8 de Octubre de 2019.- Esta es una historia real, nadie vino a contarme nada; la he vivido todos estos años (13 para ser exactos) de vida consagrada que llevo como monja, dentro de este mundo para muchos desconocido e incomprendido, hasta hoy.

Hoy he decidido escribir mi historia desde mi humilde celda, en un pupitre viejo y carcomido por polillas. Ya que el lujo es cosa del mundo y es menester mantenernos alejadas de todo ello, a menos que quieras entibiar tu vida espiritual y así poco a poco dar licencia al demonio de entrar en tu vida con semejantes tentaciones faltando al voto de pobreza, al menos eso me enseñaron desde el día que me inicié como novicia.

Hoy, he decidido libremente, de la misma manera en la cual decidí hacerme monja y entregar mi vida al servicio de Dios Nuestro Señor, de su Santísima Madre y nuestra Santa Madre la Iglesia Católica, así como vivir en comunión de amor a mi comunidad; hoy, decido contar mi historia a todo aquél que la quiera escuchar.

Me levanté y el corazón me late fuerte, sí dormí pero no descansé nada. Me siento muy agotada, estoy repleta de sudor porque hace mucho calor, mi ventilador no sirve, le dije  muchas veces a la madre superiora, pero la única respuesta que tuve fue: “ Pediré que lo arreglen, pero hermana usted debe procurar ser mas sufrida y no quejarse del calor. Así no se comportaban los santos. Si se queja pierde el merito delante de Dios la acción. Entonces, usted que le ofrece a Dios Nuestro Señor, cual es el sacrificio de amor que le hace?”

Sí, soy consciente y  procuro no quejarme, no hablar, no decir nada. Es verdad, la superiora y algunas hermanas de mi comunidad tienen aire acondicionado pero es por necesidad o porque están enfermas, o son madres mayores. Además nosotras las monjas jóvenes y fuertes debemos aprender a sobrellevar las cargas de las otras que probablemente son mas débiles, como nos lo menciona el Apóstol San Pablo en su carta a los Gálatas. También nos lo manda  nuestra regla y constituciones de nuestra muy venerable Orden.

En fin, hoy es un nuevo día. Doy gracias a Dios por este gran regalo. Debo irme, ya están por dar la primera campanada a la oración (4:50 a.m), y después la santa Misa. ¡Ah! por cierto, hoy debo permanecer en cruz en medio de la santa Misa de rodillas porque rompí unos platos por mi descuido y torpeza. Solo espero aguantar y no bajarlos antes de que termine la santa Misa, ya que no quiero desagradar a Dios ni ofenderle de ninguna manera al no saber sufrir por su amor.

Todo sea por Amor a Nuestro Señor Jesucristo, a su Madre Santísima y por supuesto a nuestra Santa Madre nuestra Iglesia Católica. Yo quiero ser su hijita  siempre  fiel.

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